lunes, julio 17, 2006

Desde que la vi...

Respecto al volumen de tu voz cuando caes de precipicios hablaremos otro día, hoy nos centraremos en el calor y mas concretamente en el efecto que este produce en mis noches: “comer techo”.
Cuento las manchas de la pared y me peleo con las sabanas mientras una serie de malditos mosquitos resentidos caen en picado sobre mí con siniestras intenciones. Yo estoy armado, ellos no lo saben, así que espero a oír el zumbido lo más cerca posible y a continuación disparo mi arma química comprada en el caprabo…Un arma química que por cierto huele demasiado bien como para cumplir las funciones devastadoras indicadas en el envase y que tal y como sospeche a la hora de pagarlo en caja no supone el mínimo cambio de comportamiento por parte de los viles insectos, que ahora se cachondean de mí mientras el reloj despertador me recuerda que en caso de querer dormir algo ya estoy llegando demasiado tarde.

Y encima mi perro ronca…